Escrito por Luis Roca Jusmet
El año 1995 François Jullien escribe un libro titulado "Fundar la moral : Diálogo de Mencio con un filósofo de la ilustración". Lo que pretende con este libro es replantear el tema de la legitimidad de la moral desde sí misma, tal como se plantea en Europa en el siglo XVIII, una vez que queda claro que no hay fundamentación religiosa ni metafísica posible. Pero Jullien excluye explícitamente la legitimidad utilitarista, que es justamente una de las opciones que se presentan, que es la de David Hume ( al que ni siquiera cita, pero que creo que tiene algunas afinidades con este pensamiento chino). Jullien elige a Rousseau y a Kant porque son los autores que le permiten contrastarlo con el pensador chino seleccionado, Mencio, en la línea que le interesa. Digo contrastarlo y no compararlo, porque Jullien dice explícitamente que no quiere señalar semejanzas y diferencias, sino que cada modo de pensar nos permita desconstruir el otro. Aunque también señala la afinidad entre Sócrates y Confucio cuando inician la reflexión sobre la conducta humana. Esta línea es la de la dignidad. Entender la moral como una práctica que dignifica al ser humano, que lo humaniza, que le permite desarrollar su naturaleza. Ir desde los planteamientos de los ilustrados dando un rodeo hasta Mencio para volver a las preguntas y a las reflexiones filosóficas sobre la legitimdad de la moral. Mencio puede ayudarnos, dice Jullien, con la distancia que nos separa de él, para desenredar la cuestión.
Mencio parte de lo que nos resulta insoportable. Me llama la atención que justamente recoja esta noción que tomó como referencia Michel Foucault. Para Mencio lo que resulta insoportable es el sufrimiento ajeno. Y partiendo de este sentimiento natural lo extenderá hacia la moralidad. El sentimiento de piedad también está presente en Rousseau ( como más tarde en Schopenhauer). Mencio recoge el término de Confucio: Humanidad ( ren) como virtud. Pero a partir de aquí Mencio nos recuerda este lazo con la vida, con al comunidad de existencia. La moral sale naturalmente de la interacción humana. En Mencio no hay, como en la tradición judeocristiana, un pecado original. Incluso Rousseau parece compartir esta base cuando habla de la miseria humana. Para China el no seguir esta humanidad se vive más como vergüenza delante de los otros que como culpa delante de uno mismo, ya que no parten de una idea fuerte de sujeto o de yo ni de conciencia moral interna. En China no se parte de un juicio negativo, como en la citada tradición judeocristiana o incluso, en otro sentido, en el budismo.
Mencio parte de una predisposición natural a esta piedad. Pero, al igual que la lengua, lo que es innato es la capacidad, que necesita de una aprendizaje posterior para desarrollarse. Es curioso que es el lo mismo que planteará Mill en el siglo XIX. Jullien descarta el utilitarismo de una manera superficial, cuando podría sacar provecho a los planteamientos de Hume y de Mill, pero esto es otra cuestión. En todo caso es interesante ver que para Mencio la moral no es ni una cuestión normativa, ni de principios ni de seguir un ideal. Es simplemente seguir la propia naturaleza humana, desplegar la propia humanidad, asumir la propia responsabilidad. Jullien señala, de todas maneras, que la idea, también presente en Mencio, de aprendizaje y perfeccionamiento moral, no encaja del todo en este planteamiento.
Mencio se contrapone a Rousseau y a Kant en la medida que no contempla ni la idea de voluntad ni de libertad, muy centrada en la acción. Mencio, en cambio, habla de la conducta, de lo que hacemos. Para él existe lo que hacemos como proceso, sin entrar en las motivaciones. Aquí queda la cuestión nuevamente de porqué uno desarrolla la potencialidad moral y no otro no.Pero es una pregunta que Mencio no se hace porque para él todo lo que ocurre es resultado de una interacción de condicionantes. Aquí podríamos relacionar a Mencio con un filósofo que Jullien no cita, que es Spinoza. Tampoco Mencio está de acuerdo con Kant en que la ley moral sea una opción opuesta a la ley natural. Para Mencio la moral y la sabiduría son opciones que convergen en el sabio.Mientras que para Kant la sabiduría es el saber práctico que conduce a la felicidad y la moral se basa en el deber, en un imperativo categórico basado en los principios que hemos elegido.
En todo caso la convergencia de Kant y de Mencio está en que ambos convergen en que lo que nos da la moral es dignidad y que esto en lo mejor del ser humano. En cierta forma el Camino del Cielo viene a ser, para Mencio, el incondicionado absoluto de Kant. Es la plenitud que nos transforma y que transforma. El sabio, que es natural, se confunde con la autorregulación de las cosas.
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